La ilustración de arriba es un cuadro que se llama «mujeres jugando», fue pintado por Massimo Campigli en 1948, y se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Representa a dos mujeres jugando una partida del juego del Molino.
El juego del Molino, también llamado «alquerque de 9«, la «danza de los 9 hombres«, «marelle» o «nine men’s morris«, es un juego que se piensa se jugaba ya en la antigüedad, entre los antiguos romanos y tal vez incluso podrían haberlo jugado los egipcios, puesto que han aparecido distintos grabados con el característico diseño del juego, en piedras y zócalos, en el foro romano y también en una piedra del techo de un templo en Qurna. No obstante, las primera referencias literarias al juego provienen de la Edad Media, cuando el juego estaba completamente extendido por toda Europa, y de hecho es hoy día fácil encontrar tableros grabados en los claustros de monasterios o en atrios de iglesias y catedrales. En la imagen siguiente se observa un banco de piedra del atrio de la catedral de Orense, donde se reconocen fácilmente, grabados, un juego de Molino a la izquierda y un Alquerque de Doce a la derecha.
El Libro de los Juegos, de Alfonso X el Sabio (año 1283), recoge en varias de sus páginas explicaciones del juego con el nombre de «Alquerque de nueve«, incluyendo magníficas miniaturas descriptivas, como la de la imagen siguiente.
Reglas de juego
El juego del Molino es bastante simple, y se aprende en un minuto, aunque no carece de ciertas estrategias que lo hacen más o menos entretenido. El tablero está formado, como se ve en las imágenes, por tres cuadrados concéntricos unidos entre sí por segmentos rectilíneos que enlazan los centros de los lados de dichos cuadrados. Se forman de esa manera, entre vértices e intersecciones, 24 puntos que son los lugares del tablero en donde pueden situarse las fichas.
Cada jugador dispone de nueve fichas que, al inicio del juego, mantiene en la mano. Por turno, cada jugador coloca una de sus fichas en cualquiera de los 24 puntos citados que esté libre. una vez colocada una ficha no se mueve de su sitio durante esta primera parte del juego. Cuando se han colocado las 18 fichas se pasa a la segunda fase, en la cual cada jugador, en su turno, elige una cualquiera de sus fichas y la puede mover a cualquier punto adyacente que esté libre y que esté conectado por una de las líneas trazadas en el tablero. Cada vez que un jugador logra alinear tres de sus fichas seguidas, conectadas según cualquiera de las líneas rectas del tablero, forma lo que se llama «un molino«. Formar un molino tiene dos consecuencias beneficiosas para el jugador: 1. puede elegir cualquier ficha del jugador contrario y sacarla del tablero, siempre que dicha ficha no esté a su vez formando parte de un molino de dicho jugador; y 2. las fichas que forman un molino están protegidas y no pueden ser capturadas por el jugador contrario. Si un jugador forma un molino pero el jugador contrario tiene todas sus fichas aseguradas porque están formando parte de uno o varios molinos, se puede retirar cualquiera de ellas. Aunque el movimiento de una ficha origine la formación simultánea de dos molinos solo da derecho a retirar una única ficha del contrario.
Durante la primera parte, mientras se van colocando las nueve fichas, también es posible formar un molino, en cuyo caso, al igual que en la segunda parte, el jugador que haya logrado alinear su molino podrá seleccionar una ficha cualesquiera del contrario y sacarla del tablero. Las fichas sacadas del tablero yo no pueden volver al mismo.
Gana la partida el jugador que consigue capturar siete fichas del contrario, de modo que le sea imposible formar ningún molino, puesto que para ello necesita tres fichas. Si un jugador queda bloqueado y no puede mover ninguna ficha, pierde la partida.
Como en todos los juegos, existen diferentes variantes según el uso y costumbres de las gentes que lo juegan. En general es común, en el juego del Molino, que la restricción de movimiento de las fichas en la segunda parte (es decir que solo se pueden desplazar a un punto adyacente vacío siguiendo las líneas trazadas en el tablero) no tenga validez cuando a un jugador le queden solamente tres fichas, de modo que a partir de ese momento dicho jugador puede mover cualquiera de sus fichas desde el punto en que se encuentra a cualquier otro punto del tablero que esté libre, sin más limitaciones.
Una cuestión importante a tener en cuenta es que un jugador puede deshacer un molino en cualquier momento moviendo una de sus fichas a otro punto del tablero, y en el turno siguiente, si retorna la citada ficha al punto del que partió, se considera que ha vuelto a formar otro molino, por lo que podrá capturar otra ficha cualquiera del contrario, que no esté formando parte, a su vez, de otro molino. No se le escapa a nadie que si un jugador logra situar las fichas de modo que con el movimiento de una de ellas pasa de deshacer un molino a rehacer otro pegado al anterior, cada vez que mueve ficha captura una ficha del adversario. Y si además ambos molinos están formados de manera que no dejan pasar fichas del contrario a ocupar el espacio dejado libre temporalmente en el molino deshecho, es obvio que la partida está ganada. En la figura de la izquierda se puede comprobar que la situación es ruinosa para las blancas, ya que las negras pueden mover su ficha A hacia B y formar un molino, que se deshará en el turno siguiente moviendo la ficha de B hacia C, formando otro molino. Y en el turno siguiente llevará de nuevo la ficha desde C hasta B volviendo a formar otro molino. Además las fichas blancas no pueden acceder a A, B o C porque no hay ninguna linea del tablero que les pueda llevar allí desde donde se encuentran.