El juego ha sido (y es) una actividad humana desde tiempos muy antiguos. Hay muchos tipos de juegos, y en este portal web nos interesan sobre todo los juegos abstractos de estrategia históricos, aunque para tener una visión de conjunto conviene abrir un poco más el campo de observación.
En la imagen de cabecera se reproduce un mural de una taberna, en la antigua Pompeya, con clientes jugando a los dados.
Se puede jugar teniendo como objetivo el puro entretenimiento, o la educación infantil, o con intereses adivinatorios (especialmente en épocas antiguas) y, sin duda, no puede negarse, el juego ha representado a lo largo de la historia de la humanidad, el escenario de apuestas en las que «jugarse» bienes y riquezas, con una fuerte capacidad de generar adicción. Hasta tal punto que en distintos momentos de la historia, de modo recurrente, han tenido que intervenir las autoridades políticas o religiosas para intentar (sin mucho éxito) poner límite a los desenfrenos a los que el vicio de las apuestas podía llegar. No deja de ser curioso que una buena parte de las certezas sobre cuando y donde se practicaban varios de los juegos que actualmente se tienen bien situados, se debe a las fechas y lugares en que se publicaron edictos, leyes y otro tipo de escritos prohibiendo o regulando la práctica del juego, y eso tuvo lugar en la Roma antigua, en la Edad Media en Italia, Francia, España o en Oriente Medio, en el Renacimiento, en el siglo XVIII y así casi hasta nuestros días.
En la Gaceta de Madrid (precursora del BOE) del 14 de noviembre de 1837 aparece publicado el siguiente bando del Ayuntamiento de Madrid, donde se puede leer la prohibición de cualquier juego de suerte o azar como los dados, naipes, loterías y demás que «prohíben las leyes». La pretensión era que solo se permitieran, en tabernas, cafés y plazas públicas, «las damas, el ajedrez, las tablas reales y el chaquete» (los dos últimos, similares entre sí, son el equivalente al backgammon actual).
Pero, como prueba del escaso éxito de tales prohibiciones debido al poco caso que se prestaba a las mismas y a los engaños, sobornos y demás tretas para evitarlas, en el mismo boletín de ese día se publica una nota editorial, comentando el edicto municipal y reconociendo la falta de eficacia de las leyes contra el juego, confirmando también con ello lo extendido del juego de azar y apuestas en la época.
En un espacio como este sitio web, dedicado a ofrecer información sobre la historia de los juegos de mesa, no podemos obviar esta faceta del juego, relacionado con el azar y la voluntad humana de tomar atajos para enriquecerse. Y por ello queremos prestar también aquí alguna atención a los «juegos de suerte» que servían exclusivamente para realizar apuestas y envites. Por supuesto, la calamidad no está en el juego mismo, cualquiera que sea, sino en su utilización para tratar de ganar dinero rápido haciendo apuestas y envites que con frecuencia sobrepasaban la capacidad económica y el sentido común del jugador, agravado todo ello porque en un porcentaje importante los incautos jugadores caían en manos de tramposos y tahúres profesionales. Hoy día está claro que se puede jugar a las cartas, los dados, la lotería o cualquier otro juego de azar, a modo de entretenimiento, poniendo por delante el placer de divertirse y pasar un rato en compañía amistosa, cuando tras una comida se echa en el bar, por ejemplo, una partida de mus, donde lo más que se puede perder es pagar la ronda de los cafés. En todo caso, el ambiente de juego «profesional» creado en los casinos, salas de juego y apuestas, o apuestas online, franquicias de grandes marcas multinacionales, que llevan un tiempo proliferando en nuestras ciudades, es algo completamente ajeno al espíritu de curiosidad histórica y por lo tanto al contenido de este sitio web.
Es sabido que muchos juegos se utilizaron para apostar o para jugarse el dinero, incluso los aparentemente menos indicados, como por ejemplo el Ajedrez en sus primeros tiempos, llamado Chaturanga, y que según se cree se practicaba con un dado que indicaba qué clase de pieza se podía mover en cada jugada.
Más explícitamente, en el libro del Axedrez, Dados y Tablas de Alfonso X el Sabio (año 1283) se describe un ajedrez para cuatro jugadores (tal como también lo era el Chaturanga) en donde se indica las monedas que tenían que entregar unos jugadores a otros según el curso de la partida, que comenzaba poniendo cada jugador sobre la mesa una cantidad acordada inicial: «Et deuen poner estos quatro iogadores sennos tantos primera mientre por coto; ante que comiencen a iogar. Et depues por cada iuego que tome ell un iogador all otro quel de un tanto por cada xaque que den al Rey otrossi un tanto. & si fuere xaque & mathe; que de a aquel quel dio xaque & mathe tantos dineros quantos iuegos tiene & saque sus trebeios. Et de los tres iogadores que fincan depues. el que primero fuere uencido dexe en el tablero quantos dineros y ouiere ganados. & demas quantos trebeios le fincan quando es uencido. Et de los otros dos iogadores que fincan; el que uenciere deue tomar todos los dineros que estudieren en el tablero. Et de mas quantos iuegos fincaren al uencido; que de tantos dineros«.
Los dados siempre han sido evocadores del azar, y por ende del vicio y locura por apostar cualquier cosa. Por ello las autoridades políticas y religiosas han apuntado siempre hacia ellos como expresos instrumentos diabólicos y han tendido a anatematizarlos. De hecho es muy posible que el Chaturanga iniciara su evolución hacia su posterior forma (denominada Shatranj) y de ahí hacia el ajedrez moderno, a raíz de la prohibición de utilizar los dados y las apuestas en el antiguo juego.
El simbolismo diabólico del dado adquirió en momentos de la historia un carácter tan singular como que, por ejemplo, en el siglo XIX, durante la época victoriana e incluso después, en los juegos de azar infantiles en que se utilizan dados para establecer el número de casillas que hay que avanzar un peón, se sustituyeron los dados por una peonza de seis caras, o eventualmente una aguja giratoria sobre un dial circular con los números impresos. Obviamente un dado de seis caras, una peonza de seis lados o una aguja sobre un dial con seis números es exactamente igual, pero al parecer la sustitución de la imagen del dado tranquilizaba a los censores.
Aunque a lo largo de los tiempos se ha utilizado casi cualquier juego -o cualquier deporte- para hacer apuestas, lo cierto es que desde muy antiguo se conocen juegos expresamente pensados para apostar directamente a la suerte y solo para ello, como por ejemplo el extendido uso de las tabas entre los antiguos griegos. Los romanos también jugaban con tabas, aunque popularizaron sobre todo el juego con dados de seis caras similares a los actuales. A lo largo de la Edad Media, el Renacimiento y el Barroco, en Europa, los juegos de apuestas estaban extendidos de modo generalizado, que podían ser con dados, o con otros procedimientos de azar que fueron apareciendo a partir de esta época, como por ejemplo los naipes, los juegos del tipo ruleta o los juegos del tipo lotería. En el óleo de Caravaggio «los jugadores de cartas» pintado en 1595, reproducido a continuación, queda patente no solo que los juegos de cartas eran muy comunes, sino que era igualmente común hacer trampas para embaucar a los incautos. Por cierto, obsérvese que sobre la mesa, en la esquina inferior izquierda, reposa un juego de backgammon.
A partir del siglo XVII fueron frecuentes en Italia juegos de azar en los que se utilizaba un tablero decorado para diversas versiones de juegos. Así por ejemplo el denominado «Il novo e piacevole gioco de pela il chiu» con figuras dibujadas sobre casillas en dos elipses concéntricas, que cada una tenía una combinación diferente de la tirada de tres dados y servía para señalizar las opciones de cada tirada, en un sistema simple de poner o sacar (normalmente monedas) en un cuenco común. En este tablero las casillas servían únicamente para informar, junto con la combinación de los tres dados correspondientes, si a resultas de dicha tirada había que poner o tomar monedas en el cuenco (en inglés «pool» y en España se denominaba «la polla«) o dar una moneda a cada jugador, o incluso quedarse con todo el bote, que solía corresponder a una tirada de tres seises.
Este tipo de juegos de poner y sacar monedas de un cuenco común adquiría distintas formas, como por ejemplo el más simple de la perinola (una especie de peonza con forma prismática y normalmente seis caras) donde se señalaba: pon 1, pon 2, saca 1, saca 2, ponen todos, saca todo.
También de este tipo era el denominado «il nobilissimo gioco della mea» consistente en un tablero con una corona circular dividida en casillas bellamente decoradas y con una aguja giratoria en el centro que señalaba, una vez que se detenía, una casilla concreta. Las casillas estaban marcadas con las abreviaturas de lo que correspondía hacer según donde se detuviera la aguja: T.III, T.V, P.I, P.II, Nulla,…
Un juego similar, pero más simple aún, fue el denominado «il vero gioco della barca» que tenía en la corona circular dibujados los números del 2 al 12, menos el 7, que estaba en el centro junto al dibujo de una barca. En este caso no había un cuenco donde poner o sacar monedas, sino que cada jugador tiraba dos dados y el número resultante (entre 2 y 12) indicaba la casilla sobre la que se actuaba: si en ella había una moneda el jugador que había lanzado los dados se la llevaba, y si la casilla estaba vacía el jugador tenía que depositar una moneda en esa casilla. Si los dados arrojaban el número 7 el jugador se llevaba todas las monedas que había sobre el tablero. Las instrucciones venían descritas normalmente en el mismo tablero, en la parte inferior. Muy similar a este era «el juego del arlequín» con la misma operativa que el juego de la barca. En la imagen de abajo, el tablero del arlequín es de origen holandés, y el de la barca de origen italiano.
Otro tipo de juegos de azar eran aquellos en los que el tablero servía para poner apuestas sobre él, y que de hecho fueron el origen del actual juego de la ruleta de casino. Así, por ejemplo, el denominado juego del «lotto reale» con el tablero numerado y casillas adicionales con indicaciones de pari, dispari, passa, manca,.. y donde los números se extraían de una bolsa de tela u otro recipiente.
Juegos similares al «lotto reale» fueron «il nuovo et piacevole gioco romano» muy parecido al más conocido y extendido ampliamente por toda Europa con el nombre de biribissi, popular en España con el nombre de «biribís«. Estos juegos era frecuente que estuvieran pintados sobre un lienzo de lona que se podía enrollar para ser transportado con facilidad. Dado que los jugadores hacían sus apuestas sobre el propio tablero, las casillas (en número diverso, frecuentemente 64, aunque también eran comunes los tablero con 48 casillas, como el de la fotografía de abajo, de origen español) tendrían que ser grandes para que cupieran las apuestas y por lo tanto el tablero en conjunto tenía dimensiones considerables, del orden de 80 cm de largo o más. Por lo general, puesto que en esa época la gente era mayoritariamente analfabeta, las casillas estaban siempre decoradas con representaciones de objetos corrientes, además de su número correspondiente, como podía ser el sol, la luna, flores, animales,..etc. de forma que los jugadores podían reconocer en qué casillas hacían sus apuestas.
Los números en juego (del 1 al 48, al 64 o al 70, según el tamaño del tablero) o incluso los mismos dibujos que había sobre las casillas, con sus números respectivos, se reproducían en pequeños pedazos de papel, cada uno representando una casilla. Estos papeles se solían introducir, enrollados, en el hueco longitudinal de unas cuentas de madera de forma ovoidal y se ponían todas dentro de una bolsa de tela, de la que se extraía en cada jugada una de las cuentas, y con un pequeño punzón se empujaba dentro del hueco para sacar el papelito que contenía el número de la casilla premiada.
También se practicaban juegos con dinero utilizando un tablero decorado donde se ponían las monedas, y la suerte era dictada usando la baraja de cartas, en lugar de la extracción de números, la tirada de dados o una flecha giratoria. A este tipo de juegos pertenecen nombres conocidos como el «pope joan» en Inglaterra, el «nain jaune» en Francia, el «poch» en Alemania – Baviera -, el «bog» en Italia – Sicilia -, o «la perejila» en España. De todos estos juegos y sus reglas, que fueron populares hasta mediados del siglo XX, se tiene noticia escrita a través de manuales y tratados de juegos, a partir de principios del siglo XVIII, aunque podrían ser anteriores.
De este tipo de juegos de apuestas, que utilizan un tablero donde están representados ciertos naipes, destaca por su popularidad el juego del faro, que proviene de uno anterior denominado faraón, que se jugaba ya en la corte francesa de Luis XV, y que a su vez era un derivado de otro anterior de origen inglés, el basset. Fue llevado a EE.UU. en el siglo XVIII y se extendió rápidamente por todos los salones del oeste, de modo que en cada uno había por lo menos una mesa de juego de faro. Por su simplicidad y rapidez se convirtió en un juego que generaba enorme adición y donde se podían ganar y perder grandes sumas de dinero de una sentada.
Pope Joan
Poch
Bog
Nain Jaune
La Perejila
El Faro
Los tableros originales mejor conservados y con una bella decoración son considerados hoy día obras codiciadas por coleccionistas y se venden a veces a través de subastas de arte por importes elevados.